Empleados, motor y combustible de la empresa
Dentro de la dimensión
social interna en el ámbito empresarial, encontramos determinados grupos de
interés, fundamentales todos ellos para el correcto desarrollo de la compañía y
la consecución de sus objetivos tanto financieros como sociales. Se aglutinan en
este segmento socios, accionistas, directivos, etc. aunque uno de esos grupos tiene
un valor especial por encima de los demás y no es otro que el colectivo de los
“empleados”, pues es a la vez motor y combustible de la empresa, por lo que
entra en el interés directo dentro de la cadena de valores, al mismo nivel que
clientes o los propios socios. Los empleados son las personas cuya misión es
materializar toda la actividad, convertirla en realidad, conducir los activos y
transformar la inversión en ganancia utilizando para ello el trabajo efectivo.
Entendemos, en
consecuencia, que directamente relacionada con su rendimiento laboral, está su
situación personal fuera de los muros del trabajo por lo que el desarrollo de
la empresa se verá afectado en gran medida por el “estado” de este punto. Existen
situaciones y circunstancias de todo tipo. Vemos casos en los que la presión
por parte de superiores es elevada, otros en los que no lo es tanto; hay casos
en los que la relación entre escalas laborales es total y en otros en los que
brilla por su ausencia. Cada caso concreto podría ser objeto de estudio de
manera individual pero todos ellos tienen un nexo, que no es otro que la medida
en que la relación causa-efecto condiciona la productividad. Debemos, sin
embargo, dirigir la mirada en ambos sentidos, es decir, partiendo de la base de
que una relación se produce entre dos o más partes, cometeríamos un error al
descargar toda la responsabilidad sobre la empresa; el papel que juega el
trabajador y su disposición a que tal relación llegue a buen fin es crucial.
A modo anecdótico y para
orientarnos en este extraño mundo que es el laboral, me gustaría mencionar que
en una ocasión leí un artículo escrito por un conocido, gerente de una empresa
cercana, que sostenía principalmente que el trabajador debía estar agradecido
por la oportunidad laboral que se le había dado. En ese sentido, cuando las
necesidades de productividad de la empresa así lo requiriesen, el trabajador
adquiría la obligación moral de trabajar lo necesario para atender dichas
necesidades, prolongando si fuese necesario su jornada. Por supuesto, en ningún
caso mencionaba la remuneración de ese tiempo extra ni su compensación a través
de otras fórmulas. Concluía diciendo que la falta de esa voluntad por parte del
empleado justificaba sobradamente que la empresa pudiese prescindir el él.
Evidentemente, nunca pude estar de acuerdo con tal afirmación.
Para empezar, la actitud del
empleado en lo que a su vida respecta también jugará un papel determinante en
el correcto desarrollo de la productividad, tanto propia como de la compañía. El
escenario parece hostil aunque depende de la perspectiva desde la que
observemos, ya que todo es relativo. Pensemos en un salario de 16.000€ al año
en catorce pagas, lo que aproximadamente percibe el famoso “mileurista” del que
tanto se habla en España (y al que prácticamente nadie conoce…). En este punto
son fundamentales las expectativas del individuo; así, quien aspira a conducir
un Ferrari y aparcarlo en un chalet con piscina tendrá muy complicado con esta
retribución esquivar la frustración en algún momento de su vida. Por el
contrario, una persona que disfrute coleccionando experiencias y viéndose capaz
de prescindir de un móvil de última generación, una pantalla gigante en casa y
pasear en una Harley, podrá sentirse afortunado por tener un empleo en
las circunstancias actuales y degustar esas pequeñas cosas que hacen de la vida
algo realmente interesante y que merece la pena. Al respecto de esto, sí
podemos considerar que hoy en día, quien tiene un empleo estable, atesora algo
verdaderamente valioso. Todo depende pues, de la perspectiva.
Por parte de la empresa
el reto es aún mayor. Es la encargada de gestionar los diferentes factores
necesarios para hallar el equilibrio, indispensable para llegar a la
consecución de los objetivos marcados. Es crucial pues que exista una
comunicación eficaz entre las células que sostienen el cuerpo de esta especie
de frankenstein; además, habrá de fomentar, alimentar y velar por la
colaboración entre ellas y, lo que es más difícil, lograr extraer un verdadero
compromiso para con la compañía. Lo que en RSC se denomina engagement
viene a determinar este punto. Todos los eslabones de la cadena cuyos objetivos
es necesario entender como comunes, deben involucrase en las actividades de la
compañía. Este es un proceso continuo, nunca debe detenerse y es importante que
sea un proceso transversal, es decir, que alcance todos y cada uno de los
engranajes y que ninguno de ellos sea completamente independiente de los demás.
Tradicionalmente es
conocido que la mayor parte de los sistemas de gestión se basaban en una
comunicación estrictamente vertical: el directivo da la orden a su gerente,
este a su mando intermedio y el encargado al empleado. No existía el derecho a
réplica y el mensaje se transmitía en una sola dirección. ¡Cuántos buenos
proyectos se habrá perdido este mundo por este motivo!
La tendencia actual es totalmente
distinta. El diálogo debe ser bidireccional, pues los esfuerzos que se producen
tienen un objetivo común. El objetivo de la compañía es el mismo que el del
empleado. Por este motivo, es necesario que la comunicación, sea total y fluya
en ambos sentidos. Ese engagement al que se hace mención es la base de
la productividad en el presente y en el futuro. Pero la comunicación debe
producirse en un ambiente óptimo en el que todos los actores jugamos un
importante papel.
Es importante que los
canales de comunicación sean claros y estén bien definidos, sin perjuicio de
las relaciones más personales entre los distintos grupos. Deben existir
representantes de los trabajadores para canalizar correctamente la
comunicación, así como un representante de la empresa. Es preciso que existan
vías protocolarias para la exposición de determinados asuntos sensibles para
todos los integrantes de la compañía. Esto nos proporcionará seguridad a la
hora de plantear cualquier tipo de propuesta, solicitud, queja, etc. la comunicación
interna oficial es fundamental por este motivo.
Pero me gustaría
centrarme en los canales alternativos que harán de nuestra compañía una
auténtica comunidad con objetivos comunes. Siempre desde el respeto y la no
imposición, es interesante trabajar determinadas estrategias que ayudarán a
conseguir este objetivo:
1.
REPRESENTACIÓN
Todas las escalas que
conforman la empresa deben encontrarse debidamente representadas ante cualquier
circunstancia. La representación correctamente gestionada y canalizada
constituye la auténtica seguridad laboral. Permite que los trabajadores puedan
desempeñar su labor con garantías de que todo sucederá con un orden y una
estabilidad mínimas y suficientes. La representación permite eliminar cualquier
tipo de mala praxis en cuanto a la relación entre los distintos grupos de
interés. El debido funcionamiento de la representación de los trabajadores
dotará a la empresa de un prestigio social imprescindible para posicionarse
dentro de un mercado cada vez más exigente con la RSC.
2.
PARTICIPACIÓN
Fomentar la participación
de los empleados en la toma de decisiones a través de propuestas fortalece la
confianza de los trabajadores, disminuyendo el peso de la jerarquía y
propiciando que estos sientan como suyo un ente que hasta entonces se limitaba
a entregarle un salario a fin de mes a cambio de su trabajo. Es muy importante
que la persona que platea una propuesta se sienta escuchada, valorada y se
tenga como una actitud positiva el planteamiento de la misma. Nunca como una
amenaza para el superior. Cada uno debe ser consciente del lugar que ocupa y,
cuanto más alto sea el escalón de la jerarquía, mayor será la altura de miras
de la que deberá hacer gala.
3.
AMBIENTE
DE CONFIANZA
Un ambiente de confianza
se consigue potenciando las relaciones humanas entre los distintos integrantes
de la empresa, no sólo entre superiores y empleados, sino también entre los
propios trabajadores. Gestionar equipos no es fácil y en este punto es
fundamental el papel que desempeña la persona encargada de dirigir al grupo
(del que hablaremos en profundidad en otro artículo). La finalidad es potenciar
la posibilidad de la libre expresión de cualquier escala de empleados sin temor
a ningún tipo de represalia, independientemente de su categoría profesional o tipo
de contrato. Para lograr esto es fundamental la voluntad de todos por avanzar
juntos y la capacidad de los superiores de aceptar las tan incómodas críticas
sin sentir sus egos amenazados o heridos.
4.
CONCILIACIÓN Y FLEXIBILIDAD
La conciliación de la vida
laboral y familiar es uno de los aspectos más complicados de conseguir de
manera efectiva en cualquier puesto de trabajo. En un gran número de casos, la
situación familiar de los trabajadores conlleva determinadas necesidades como
hijos menores a cargo, nueva maternidad y paternidad, familiares dependientes,
etc. que chocan directamente con algunos factores relacionados con el puesto de
trabajo, como pueden ser los horarios, el tipo de trabajo, etc. En este punto,
nos encontramos en un atolladero difícil de superar, en el que la
Administración debería intervenir de manera decidida y firme. Lo que es seguro
es que la empresa que consiga la debida conciliación de la vida familiar y
laboral, habrá ganado mucho terreno, pues sus trabajadores serán personas cuya
situación se acerque a la plenitud. En España, esta sigue siendo una asignatura
pendiente.
5.
FORMACIÓN Y PROMOCIÓN PROFESIONAL
Los programas de
formación voluntaria que puedan derivar en la correspondiente promoción
profesional son interesantes al ofrecer la posibilidad al trabajador de evitar
el estancamiento en su puesto que, por otro lado, no necesariamente supone un
aspecto negativo. En muchas ocasiones, sólo con saber que tiene esa opción de
progreso y mejora, el propio empleado tiende a reforzar su situación en el
puesto que ocupa. En cualquier momento, en el que se sienta motivado y/o
preparado, podrá afrontar la mencionada formación y promoción. De nuevo, es
fundamental que la actitud de los superiores sea la correcta, evitando
necesariamente la lucha de egos.
Se han enumerado algunos
puntos que podrían mejorar la vida de los empleados dentro de la empresa,
reforzando el entramado que la conforma y favoreciendo directamente la
productividad. En la actualidad, los métodos tradicionales están obsoletos y la
tendencia es que vayan desapareciendo. Todavía se ven empresas en las que las
órdenes severas campan a sus anchas y las voces elevadas y los improperios
siguen teniendo presencia; la amenaza está implícita en el ambiente y la
presión generada es mayor que la productividad que jamás podrá conseguir.
Debemos entender que
todos los que formamos parte de la empresa, seamos empleados o socios,
directivos o mandos intermedios, somos células de un mismo organismo, que no
funcionará si alguna de ellas falla. Ese organismo es nuestro sustento y, si es
un ente sano, hará que nos llevemos salud a nuestras casas, con la consiguiente
repercusión positiva en nuestras vidas. Pongámonos manos a la obra.
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