La adaptación del pequeño comercio a los nuevos tiempos

La adaptación a la nueva realidad de los diversos actores que constituimos el sistema económico-social actual es fundamental para nuestro progreso y supervivencia. Se trata del tren que avanza por la red ferroviaria; de una especie de selección natural que dependerá prácticamente en igual medida tanto de nuestras capacidades físicas como de nuestra fuerza mental para sobreponernos a las adversidades. No obstante, está resultando difícil subirse al carro de los nuevos tiempos y las nuevas tendencias.
Por poner un ejemplo y ajustando el punto de mira en uno de los colectivos más afectados por los cambios económicos, los pequeños comerciantes locales, es común encontrarse con campañas más bien tímidas en defensa del comercio tradicional frente al auge de las firmas multinacionales, competencia extranjera, áreas comerciales concentradas y, por supuesto, el enorme monstruo que es Internet, con las grandes plataformas como protagonistas de la venta directa. En ese sentido, se produce una clara incongruencia: el capitalismo es consumo a través de la globalización económica y, ¿qué mayor globalización existe que la virtual? Aún así, muchos de los comerciantes a los que anteriormente se aludía, tratan de revolverse y zafarse de los tentáculos de la red, buscando tal vez —y no con poca inocencia— una salida que les permita convivir e incluso luchar con la venta online. Probablemente no sea ese el camino.
No podemos vivir del capitalismo al margen del capitalismo. Aquel “capitalismo-a-la-carta” ha muerto y está bien enterrado, quedando sólo al alcance de aquellos jugadores que dispongan del músculo financiero que nunca tendrá el pequeño comercio. Se trataba de un capitalismo de último recurso, de forma que todos acudíamos a las tiendas de la zona porque no había más alternativas o porque “siempre había sido así”. Pero hoy en día, la oferta se ha multiplicado exponencialmente al igual que la facilidad para acceder a ella; desde nuestro teléfono móvil podemos hacer una compra a cualquier punto del mundo en cuestión de minutos. El pequeño comercio tal como lo conocemos está condenado a la desaparición si no se reinventa o adapta a la nueva situación porque la sociedad demanda otros formatos que sólo la globalización comercial—que favorece la existencia de una cruenta guerra de precios— les pone en bandeja. Las especies que sobreviven son las que se adaptan a los cambios y a las nuevas circunstancias; y son los mismos que se aprovechan de dichos cambios para hacer su fortuna (y esto está demostrado así que, no todo está perdido).
Parece inevitable que la adaptación se dirija hacia el escenario del mundo virtual; la red. Uno de los planteamientos (extremadamente erróneos, por cierto) más extendidos es la idea de que quien gestiona una página de venta online lo hace sentado en el sofá de su casa, sin esfuerzo, sin inversión… en fin, todo ganancia. Nada más lejos de la realidad. Una página web de venta directa necesita personal especializado que la gestione y la mantenga, un dominio, posicionamiento en buscadores, publicidad online y física y, por supuesto, un funcionamiento claro, intuitivo y eficaz, un sistema de entregas rápido y fiable, etc. Todo esto supone una potente inversión, tanto o más incluso que el alquiler de cualquier local. Incluso, en muchos casos, las plataformas necesitan un almacén logístico o un establecimiento físico para soportar la carga de trabajo que puede llegar a generar.
Al contrario que en el pequeño comercio local, que centra su negocio en un mayor margen de beneficio por ventas, las empresas online apuntan hacia el volumen de las mismas reduciendo su margen comercial y haciéndose más competitivas al ofrecer precios que los primeros no están dispuestos a asumir y esto último está provocando su envenenamiento irreversible.
“Renovarse o morir” es un dicho muy extendido pero, tal vez la renovación no sea la clave sino la adaptación a las circunstancias, así como la capacidad de entender que el mundo cambia constantemente y nosotros debemos cambiar con él. En ocasiones, incluso, la adaptación supone cierta regresión, adoptando prácticas inventadas y probadas hace años que no han perdido su eficacia. La rectificación en el momento adecuado puede ser una más que inmejorable maniobra. El caso concreto del pequeño comercio local que hemos mencionado, es uno de los ejemplos más claros de la reticencia a los cambios que en determinados ámbitos tiene la sociedad en la que vivimos. No obstante, es fundamental avanzar con los tiempos y las tendencias, como se apuntaba al inicio de este artículo.
Me resulta inevitable pensar en el gran número de establecimientos de negocios familiares (preocupante número, por cierto) regentados por personas de edades cercanas a la jubilación, que suelen ser en gran parte las que con mayor fervor luchan contra el cambio o no son capaces de entenderlo y menos, asumirlo. En muchos de dichos establecimientos, no existe rastro alguno de “herederos” dispuestos a continuar el negocio familiar y esa es una de las circunstancias que, como un virus, va limpiando el camino de cuerpos indeseados para las grandes compañías que vienen azotando el mercado desde la web. Por desgracia, la idea que me ronda es que estos negocios familiares acabarán por extinguirse, de modo que sólo las grandes superficies se adaptarán y serán las abanderadas de la venta física en el escenario que nos espera.
La cuestión es que se han abierto numerosos —y nuevos— frentes de competencia que han provocado que el pequeño comercio local se haya desubicado completamente, de forma que una lenta reacción puede suponer directamente su desaparición. Con toda seguridad, es tremendamente complicado tomar una elección acerca de cuál es el camino correcto que deben seguir y por eso es necesario querer conocer el nuevo mercado. Otro de los problemas añadidos es que en la actualidad ya no podemos fiarnos de estadísticas de años anteriores, pues la jungla en la que nos movemos, ha dejado crecer malezas que antes no existían en lugares en los que ahora proliferan; se han perdido las épocas de referencia de buenas o flojas ventas… y esto provoca que los ánimos puedan llegar a unos mínimos que hace mucho tiempo que no se sentían (o que no se habían sentido nunca).
La capacidad de adaptación a los nuevos tiempos será determinante para definir qué participantes se quedan en el juego a medio plazo.

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